El primer sábado de Noviembre se
celebra anualmente el Hogbetsotso festival, en la región de Anloga y
estando en Ghana y conociendo su colorido, su música y sus gentes no
podía perdérmelo. Llamé a una chica polaca que conocí la semana
anterior en Accra, la capital, para ir juntas y no se lo pensó dos
veces. El nombre del festival se deriva de la lengua ewe que
significa festival del éxodo. Hacia las 12h del mediodía nos
acercamos a Anloga en trotro. El trotro iba a rebosar, en alguna
ocasión tuve que sentarme literalmente encima de una mujer,había un
tráfico de mil demonios y un calor húmedo de los que adelgazan,pero
todo formaba parte del decorado al son de Bob Marley,expectantes ante
lo que estaba por llegar y ya mimetizadas con la atmósfera festiva
que se respiraba en la calle.
Anloga es un pequeño pueblo en la
Región del Volta que nunca ve sus calles tan llenas hasta la fecha.
Gente vestida con trajes típicos de la tribu de los Anlo fascinaban
la vista,la música se mezclaba en el camino pero los djembes te
marcaban los pasos y puestos de pescado y verduras se agolpaban en
las aceras.
Los Anlo son una tribu en la costa
oriental de Ghana pero antes de su asentamiento en su ubicación
actual vivían en Notsie, una ciudad de Togo, país vecino. Se cree
que habían emigrado desde el sur de Sudán. La tradición cuenta que
vivían bajo un rey impío y con el fin de escapar de su gobierno
tiránico crearon un agujero en la pared de barro que rodeaba su
ciudad. Lograron éste agujero instruyendo a las mujeres para verter
todas sus aguas residuales en el lugar determinado en la pared con el
fin de que con el tiempo pudieran romper la pared y escapar. La
tradición también sostiene que para evitar la persecución y la
fuga fuera un éxito caminaban hacia atrás con el rostro mirando
hacia la ciudad con el fin de confundir al enemigo y pareciera que
sus huellas caminaban adentrándose en la misma.
Hicimos una primera parada en un
descampado donde había un escenario montado, un dj y algunas
personas bailando para tomarnos una cerveza bien fría. Todavía no
había mucha gente bailando,los que vendían la cerveza eran los
mismos que habían montado esa carpa y como esta gente es tan
acogedora que te hacen sentir de la casa al primer trato nos quedamos
con ellos buscando un poco de sombra y charlar. Es asombrosa la
gracia y el ritmo que tienen bailando. Yo soy bailarina y he
impartido clases de diferentes estilos de danza tanto a niños como a
adultos y nunca había visto tanta gente junta no “profesional”
siguiendo el ritmo con tan asombrosa clase y estilo pero sobretodo
con tanta armonía y naturalidad. Sus cuerpos bailaban las notas
hasta tal punto que podrías adivinar la música si estuviera
ausente. Era todo un espectáculo para la vista pero como yo no
puedo estar parada si la música suena no tardé en dejarme llevar
por la pasión de la misma.
No llevaba un minuto bailando cuando un
montón de negros me rodearon siguiendo el ritmo y juntando sus
cuerpos. Resultaba imposible pasar desapercibida incluso en un
festival como éste, creyendo erróneamente que sería más
turístico y encontraría gente blanca. Mi amiga y yo éramos el
punto de todas las miradas y resultaba un poco incómodo no poder
bailar con total libertad de gozo.
Así pues, salimos de aquel espacio
para tomar un poco el aire y dar una vuelta por el pueblo.
Varias ceremonias se llevan a cabo en
el festival incluyendo un periodo de paz en el que todas las disputas
se terminan solucionando de una manera amistosa. Se cree que la razón
de este periodo tradicional de la construcción de la paz es que las
personas creen que sus antepasados vivieron en armonía con ellos
mismos a lo largo de su escape de Notsie y que fue precisamente ésto
lo que hizo que su estancia allí incluyendo la fuga fuera un éxito.
Nos topamos con un grupo de música y
cánticos que causaron mi admiración y en seguida me invitaron a
bailar con ellos. Me rodearon de repente un grupo de bailarinas
siguiendo al unísono la misma coreografía de modo que me uní a
ellas. Fue una auténtica sorpresa y una suerte haber podido
presenciar y sobretodo participar en una ceremonia tan bonita. El
festival era un gran escenario de colores, alegría, música, danzas
y ritos ancestrales, un auténtico deleite para los sentidos.
Después de haber llenado un poco el
estómago en una terraza donde nos acompañaba el mismo ambiente
festivo continuamos nuestro paseo por el pueblo regocijándonos con
cada exhibición hasta que oscureció a las seis de la tarde y nos
encontramos en el primer escenario que visitamos. Los chicos de
aquella carpa nos dijeron que la fiesta había terminado en ese
pueblo pero continuaba en Keta, otro pueblo de la región del Volta y
que si nos esperábamos a que recogieran la carpa, equipo de sonido
etc. nos llevaban allí en coche. Ante estas situaciones una no sabe
muy bien qué hacer, si confiar en la bondad de un desconocido y
abrazar las oportunidades como vienen o elegir otra opción mucho
más fatigosa y aburrida pero probablemente más segura. Parecían
buena gente y mientras nos decidíamos nos ofrecieron unas sillas
para descansar un poco con la suave brisa que corría ya en la noche
oscura. Terminaron de recoger todos los bártulos y el encargado de
todo aquello junto con otro chico pasaron a buscarnos con el coche.
Era un coche ranchera y cuando me quise dar cuenta había más gente
subida en la parte trasera del vehículo al aire libre, no podía
adivinar el número ya que en la oscuridad y siendo negros resultaba
tarea ardua pero lo que estaba claro es que mi amiga y yo íbamos
dentro bien cómodas,con aire acondicionado y escuchando country pero
no parecía importarles lo más mínimo, al contrario, entre risas y
baches llegamos a Keta.
Una vez allí y mientras los chicos
montaban todo el tinglado a mi amiga se le antojo un café. En estos
pueblos no existen cafeterías ni grandes comercios así que
preguntamos en la primera tienda que vimos. La tendera cogió un
sobre de café instantáneo y sin dudarlo fue a su casa a calentar un poco de
agua. Cuando volvió le pregunté si sabía donde había algún baño
y como no había ninguno la mujer nos invito a su casa y nos ofreció
su baño. Una vez allí nos presento a su familia y a sus adorables
gemelos de dos años con los que bailamos y pasamos un rato
divertidísimo. En cuanto nos fuimos se pusieron a llorar
desconsoladamente. Estaba totalmente fascinada con la ternura y
altruismo de toda la gente que íbamos conociendo por el camino. En
la vida había visto nada igual.
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La fiesta se distribuía a lo largo de una
calle, la misma calle por donde pasaban los coches y la gente
bailaba, los escenarios se montaban a cada lado de la carretera y
todo era un auténtico bullicio sólo iluminado por las luces de alguna
carpa y los coches. Decidimos quedarnos con ellos por lo complicado
de transitar por esa calle. Comenzó la música y nos pusimos a
bailar de nuevo..qué gran ambiente!! todo el mundo bailaba, la gente
en los coches, los tenderos,todo el mundo celebrando el tan esperado
Hogbetsotso festival. Y otra vez era imposible bailar a tu aire sin
que quisieran bailar contigo cinco personas a la vez pero ésta vez
contábamos con nuestros amigos de la carpa así que nos invitaron a
subir al escenario. A ellos les venía de perlas porque llamábamos
la atención ya fuera por nuestro salero o por nuestro color de
piel, lo más probable, pero qué más daba, ellos venderían más
cerveza y nosotras podíamos bailar esta vez con mucha más libertad.
Estoy completamente fascinada con el
calor, la alegría,la sencillez y generosidad de éste pueblo. Me
gustaría ser capaz de contar con todo lujo de detalles todo lo que
estoy viviendo,me está ofreciendo este país y lo que me está
aportando a nivel personal pero mis dedos no pueden ir más rápido,
o no encuentro las palabras idóneas y son tantos acontecimientos que
creo que necesito un tiempo para reposar toda esta experiencia y
asimilarla. Pero lo que está claro y me gustaría compartir con mi
lector es que hay un mundo más humano que late en éstas aldeas de
África.